Necesitaba coger el “bilomen” y empezar a escribir… sobretodo para recordar esta ruta y tener otra vez esa sensación de libertad. Le sigo estando agradecido a mi amigo Alberto Buendía que como regalo de cumpleaños me habló de esta ruta, y que combinado con mi espíritu aventurero hiciese que me lanzase locamente y por primera vez a las Américas. Sin pensarlo, hice un último examen, me despedí de mis padres, del reloj y del champú, y puse rumbo desde mi Madrid a la pintoresca ciudad de La Paz, situada a 400m de altura, algo que el cuerpo nota nada mas llegar. Perdido al pisar tierra, me monté en un taxi, y contemplé las empinadas y estrechas calles, decrépitos edificios y avenidas sobrecogedoras.
Mas allá una impresionante visión del profundo valle y sus laderas literalmente devoradas por r inacabadas casas de ladrillo y adobe, produciendo en mí una rara sensación de vértigo. Llegué donde se alojaba mi grupo, la escuela militar, yo era “el nuevo”, y desconcertado, me rodeé de personas desconocidas sin saber que después de un mes algunos de ellos serian fieles amigos y muy importantes para mi. Alba y Panke, sin duda, habéis sido lo mejor de este viaje.